Conferencia de Santiago Pradilla, arquitecto javeriano.
¿CÓMO ACERCARSE A LAS COMUNIDADES?
Cupica y Bojayá (Chocó), son las dos más grandes comunidades reubicadas en los últimos 10 años en Colombia.
Cupica
Cupica se localiza en el Pacífico chocoano, en la Serranía del Baudó, cerca a Panamá, es un lugar de difícil acceso.
Los cupiqueños acogieron en sus tierras a un grupo de desplazados que fue rechazado en territorio panameño, en una pequeña isla. Años después fueron los desplazados quienes acogieron a los pobladores de Cupica cuando una avalancha arrasó con el pueblo. A partir de ello se hizo un proyecto de vivienda de 256 casas para los cupiqueños, que no contemplaban las características del lugar, y por tanto eran muy similares a las viviendas de interés social de las grandes ciudades como Bogotá.
En este caso, Santiago nos dice que la mejor respuesta es recurrir a lo más básico y tradicional de la cultura de la comunidad, en cuanto a arquitectura, medicina, etc. Las rutinas de los pobladores cupiqueños dependen del nivel de la marea, la cual influye en las rutas de desplazamiento de los pobladores durante el día.
La respuesta debe ser coherente con el entorno natural; hay que entender como los factores ambientales y del entorno influyen en las rutinas, costumbres y actividades de la gente, ya que si llegamos a implantar soluciones que no han tenido en cuenta estos factores, podemos afectar la vida de los pobladores en aspectos económicos y sociales de manera negativa.
Bojayá
En el caso de Bojayá, después de la masacre guerrillera en 2002, donde murieron 119 personas, fue evidente la necesidad de tener un hospital, el cual no se había construído debido a que el pueblo se ubica en una zona de alto riesgo, sobre las aguas del río Atrato. De manera que en medio de la selva se hizo el levantamiento de una montaña donde se pudiera construir con mayor facilidad el hospital.
Es aquí cuando Santiago nos menciona que, desafortunadamente, «el país se adapta a la norma, no la norma al país».
«Colombia es un país con una topografía variada, por lo tanto es un país con diferentes culturas, diferentes tipos de personas, diferentes idiomas y diferentes habitats». Es por esto que no debemos poner elementos que no tengan nada que ver con el contexto.
La arquitectura y el diseño son una oportunidad para generar equidad.
Según Max Neef, «debemos entender las necesidades como oportunidades».
«Lo esencial es invisible a los ojos». Antoine de Saint-Exupery.
CARTOGRAFÍAS EMOCIONALES
Se reconoce que cada contexto, cada cultura tiene su propia racionalidad, su propio conocimiento, saberes que a menudo se presentan como obvios u obsoletos.
Pensar y visibilizar los saberes locales; la gente debe saber cuáles son y cómo trabajarlos.
Para esto, Santiago lleva a cabo unos talleres con los distintos grupos generacionales en los pueblos a donde va, los cuales tienen como fin entender sus necesidades.
Les pide dibujar sus casas, con todos los elementos importantes y señarlarlos. Luego, les dice que muestren el lugar de su casa que más les gusta y expliquen por qué. De igual manera con el lugar de la casa que menos les gusta.
También hace un registro fotográfico de entre 300 y 500 imágenes, donde se ven las distintas casas del pueblo, por dentro y por fuera, y les pide a los pobladores que indiquen cual es la más fresca, la más caliente, la más costosa y la más económica.
A partir de ello se llega a un consenso de la que podría ser la casa ideal según los pobladores, teniendo en cuenta factores como materiales, costos, estructura, etc.
En este tipo de proyectos de arquitectura participativa, hay que pensar en cómo se genera empleo; una opción es organizar grupos o familias, en donde existan distintas habilidades.
Hay que tener en cuenta que la gente no quiere volver a las técnicas de antes, es ahí donde el diseñador y el arquitecto actúan, generando una evolución de las técnicas teniendo en cuenta lo tradicional.
Un ejemplo de ello es la casa del ex-presidente Belisario Betancur, quien contrato a pobladores de Barichara (Santander) para que le construyeran una casa según las técnicas tradicionales. Es una muestra de como no debemos despreciar las técnicas tradicionales sólo porque las asociamos con pobreza: los materiales, bien utilizados, pueden generar buenos productos a un bajo precio.
Nuestro imaginario de progreso genera una segregación socio-económica, ya que pensamos que las viviendas construídas en concreto y ladrillo, con agua, luz y gas, son la única opción. Hay que hacer de los materiales de la zona una opción digna, ya que la arquitectura debe hablar del lugar, de su cultura.
Como arquitectos y diseñadores, «no podemos contribuir a hacer de este un país inequitativo».